sábado, 29 de mayo de 2021

Un mundo, no tres.

  

  Durante los sucesos acaecidos la semana pasada en la frontera Marroquí con Ceuta y ante la actitud de infames personas que buscan su particular Dorado en el racismo y la xenofobia, mi memoria regresó al recuerdo del retrato que realicé a Dakan Diarra para el proyecto " Hormas ".


                                                         

© Julián Ochoa.  Fotografía Analógica. Copia a las sales de Plata.


 

 Dakan Diarra era un inmigrante ilegal.

 Uno de los muchos africanos que, en busca de El dorado, arriesgaron su vida por un futuro decente. Atrás quedo Mali, la tierra que le vio nacer, y su numerosa familia.


  Corría el año 1999 ¿El siglo pasado?. Lo único que se interponía ya entre su sueño y la desesperación eran 200 metros de campo través, una espartana frontera en Ceuta sin las inmensas vallas que ahora forman un autentico muro de las lamentaciones.

  Ya lo tenía planeado. La noche sería su cómplice. Fornido y atlético, no habría humano que lo detuviese hasta llegar a su destino. Se trataba de correr... correr mas y mas en linea recta. La etapa final estaba cerca.

  Calculo mal.

  Sus "cuidadores Marroquíes" a los que pagaba religiosamente, jamas le hablaron de los perros.
  Especialmente adiestrados para aterrorizar y capturar a cualquier "bicho viviente" de mas de cinco kilos, Dakan fue presa fácil. En su desesperación por zafarse de ellos, cayó en el precipicio de una carretera en construcción, partiéndose literalmente la espalda.

  Operaciones, hospitales, soledad y una dura rehabilitación para hacerse inseparable compañero de una silla de ruedas de por vida.

  Ingresa en el CRMF, Centro de minusválidos, donde comienza a aprender un oficio con nombre de Presidente.

  Jeromo, zapatero a punto de jubilarse, muy conocido en San Fernando, se hace eco de su historia... intercede y le ofrece las máximas posibilidades para cederle la Zapatería a cambio de un traspaso simbólico....

   Hoy en Día, Dakan vuelve a mirar el futuro con optimismo, No va a permitir que la minusvalía le quite su sonrisa de envidiable dentadura, y mucho menos ahora, que ha encontrado la horma de su zapato.


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